A un amigo mío, un empresario, vino a verle uno de sus empleados a fines de octubre para comentar con él las candidaturas presidenciales. Le dijo a mi amigo que él -llamémosle Smithson- nunca antes había votado, pero que había decidido hacerlo el 7 de noviembre de 1960. Lo que reconocía era que no lograba decidirse a favor de uno u otro candidato. El diálogo entre los dos hombres se desarrolló aproximadamente de este modo:Smithson: Caray, jefe, es que no sé nada de estos dos tipos, Nixon y Kennedy, salvo lo que veo en la tele. ¿Qué se supone que debo hacer?El jefe: Lo que debe usted hacer, Jack Smithson, es no ir a votar. Quédese en casa.Smithson: Pero tengo derecho a votar, y desde luego votaré.El jefe: Usted perdió ese derecho cuando dejó de prestarle atención a la política, si es que alguna vez se la ha prestado.Smithson: No me venga con esas. Claro que tengo derecho a votar. Mire, si no hubiese votantes como yo, esos listillos los controlarían todo en Washington.
30 mar 2010
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2 comentarios:
Tiene razón, el individuo que no vota no debería quejarse de los políticos, dado que no ha hecho nada para cambiarlo.
Exacto. Uno puede no interesarse por la politaca, pero, la politica si que esta interesada por "uno". Y generalmente para nada bueno.
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