Es en la sociedad donde los hombres pelean con sus amigos; es en la soledad donde finalmente los perdonan.
G. K. Chesterton en Por qué soy católico.
La política no se reduce a depositar una papeleta en una urna cada cuatro años. Cada decisión que tomas, cada cosa que haces, tiene su repercusión.
La Revolución Francesa destruyó toda la vida orgánica de los pueblos; todas las estructuras orgánicas de la vida que a través de los siglos se habían creado, fueron barridas por el vendaval de la Revolución Francesa; cayeron organizaciones regionales y municipales, corporativas y profesionales; no quedó más que el Estado omnipotente y el hombre soberano, sin medios ni arma alguna para hacer valer su soberanía.
Para mí, una de las cosas más lamentables de la historia es que al renacimiento propio de la Iglesia, que produjo la catedral de Chartres, el ciclo de las leyendas artúricas, la vida de San Francisco de Asís, el arte de Giotto y La Divina Comedia de Dante, no se le permitiera desarrollar sus propias líneas, sino que fuera interrumpido y echado a perder por el aburrido Renacimiento clásico, que nos dio a Petrarca, los frescos de Rafael, la arquitectura de Palladio, la tragedia formal francesa, la catedral de San Pablo, la poesía de Pope y todo lo que se quiera, pero desde fuera y con reglas muertas, y que no brotó desde dentro a impulsos de un espíritu que lo informara.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que
ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre
decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo
es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.
La autoridad de los gobernantes debe ser respetada y hasta debe ser amada. Los hombres deben amarla en última instancia, porque es posible que en un momento dado tengan que morir por ella. Ninguna comunidad, ningún sistema constitucional puede sobrevivir y conservar su identidad, si sus miembros no se sienten lo suficientemente identificados con él, de modo que en momentos extremos de peligro lo consideren digno de ser salvado. Los Estados dependerán de la existencia de ese ideal cuando haya una lucha a vida o muerte. Los hombres deben apreciar de Inglaterra algo más que su espíritu comercial: de Francia algo más que el espíritu práctico y cuidadoso del dinero nacional; de Estados Unidos algo más que el hecho de que sea un país monstruosamente rico, para que sea posible que un ser humano saludable y de bueno humor mate o resulte muerto por alguien, y abandone el sol y los amores de este mundo por defender semejante abstracción. Porque podría darse el caso de que la teoría más práctica fracasara en el momento más práctico.
Los vandeanos, mis queridos nietos, no eran cobardes y cierto es que dieron pruebas de ello, por lo que no hay que atribuir a miedo de exponer sus vidas en los combates el odio que mostraron al decreto de la Convención.Cuando comprendieron que no se trataba solamente de doblar la cerviz a un yugo maldito, sino que debían además dar su sangre por un régimen execrable y por leyes sacrílegas y para sostener a los perseguidores de sus sacerdotes y a los asesinos de su Rey, un prolongado grito de cólera se dilató por todo el país, y en todas partes empuñaron las armas en defensa del altar y de los hogares.
¡Oh, resecos labios! ¡Oh, frente coronada de espinas!¡Oh, cáliz de todas las miserias mortales!¡Por el amor de quienes no te amamospadeciste una agonía de interminables siglos,y fuimos vanos e ignorantes al no saberque acabábamos con tu corazón al apuñalar el Tuyo!
El católico es leal al país donde nació, de hecho suele serlo apasionadamente, entre otras cosas porque el apego a las tradiciones locales es connatural con su religiosidad, pródiga en altares y reliquias. Pero del mismo modo en que el culto a las reliquias es una consecuencia de su religión, sus lealtades locales son el resultado de la hermandad universal de todos los hombres. El católico dice: "Debemos amar a todos los hombres, desde luego, pero ¿qué es lo que todos los hombres aman? Aman su tierra, sus fronteras establecidas, la memoria de sus padres. Esto es lo que justifica el sentimiento nacional, porque es lo normal." Mientras que el patriota protestante nunca ha sido capaz de concebir otro patriotismo que el suyo.
El verdadero honor recae en quienes se han mantenido firmes en su causa cuando ésta parecía perdida, y ningún mérito, salvo el de la más elemental inteligencia, ha de concederse a quienes se han sumado a ella cuando parecía encarnar la esperanza de la humanidad.