Para mí, una de las cosas más lamentables de la historia es que al renacimiento propio de la Iglesia, que produjo la catedral de Chartres, el ciclo de las leyendas artúricas, la vida de San Francisco de Asís, el arte de Giotto y La Divina Comedia de Dante, no se le permitiera desarrollar sus propias líneas, sino que fuera interrumpido y echado a perder por el aburrido Renacimiento clásico, que nos dio a Petrarca, los frescos de Rafael, la arquitectura de Palladio, la tragedia formal francesa, la catedral de San Pablo, la poesía de Pope y todo lo que se quiera, pero desde fuera y con reglas muertas, y que no brotó desde dentro a impulsos de un espíritu que lo informara.
Oscar Wilde en De Profundis.
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