- Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer -replicó el rey-. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.- ¿Y mi puesta de sol? -respondió el principito, que jamás olvidaba una pregunta una vez que la había formulado.- Tendrás tu puesta de sol. Lo exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, a que las condiciones sean favorables.
El Principito, Antoine de Saint-Exupéry.
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