No soy científico ni economista pero hay algo que me reviste de legitimidad para opinar sobre el cambio climático: y es que parece que lo pagaré de mi bolsillo.
El Gobierno de España ha anunciado que nos va a seguir robando. Nihil novum sub sole. A pesar del gravamen del impuesto de hidrocarburos que, según tengo entendido, supone hasta un 50% del precio final de la gasolina nuestros gobernantes has decidido seguir esquilmándonos quitándonos un céntimo por cada litro de gasolina que pongamos. La justificación: el cambio climático. Cualquier tipo de excusa es aceptada por nuestra crédula sociedad para justificar el crecimiento del Estado como ilusoria panacea de nuestros males.
A veces parece que tienen que justificar su sueldo y por eso nos obsequian con exabruptos como éste. Sin embargo, a veces uno desearía que el sueldo empiecen a pagárselo por no pensar y, ¿por qué no?, por no actuar. Se me antoja una interesante aplicación práctica de la tan manoseada teoría del mal menor.
El hecho es que de ser real la amenza del cambio climático (enfriamiento, calentamiento, lo que se quiera...) existen mil maneras menos perjudiciales para la ciudadanía de este país que el maldito céntimo. O vamos a decir mejor, medio euro por depósito. Por ejemplo, sin ir más lejo, la periodista de Intereconomía Eugenia Viñes citaba ayer en el programa A Fondo los ociosos viajes que Zapatero ha realizado, no ya en un pequeño jet como Al Gore, sino en un ecológico avión de nuestro ejército a, entre otros, Londres y diferentes ciudades españolas. Probablemente la lista de propuestas sea innumerable y no implicaría la constante y creciente recaudación.
Por otro lado, me gustaría recordar aquí al sociólogo Robert Malthus que durante el siglo XIX acongojó al mundo con sus teorías sobre la superpobalción y la escasez de alimentos. La población ha aumentado alarmantemente en un siglo y, sin embargo, los recursos por ahora no se han extinguido. El ser humano debe dejar de comportarse con el planeta como si creyera que el destino de este está en sus manos y olvidar, al menos por un tiempo, el seréis como dioses.
28 nov 2007
27 nov 2007
Es que si me doblo más... Me partiré.
La oscarizada película El Violinista en el Tejado narra las peripecias que Tevye, un honrado y trabajador lechero, tiene que sufrir para mantenerse fiel a sus convicciones.
En un período en que la realidad social sufre grandes agitaciones y cambios un buen hombre se ve atrapado entre lo que su tradición le manda y lo que sus hijas, su familia y la realidad demandan. Conseguir el equilibrio entre tantos elementos no es tarea fácil y sus hijas van forzando la voluntad de su padre y poniendo a prueba su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias.
La primera hija pone en entredicho el compromiso y la palabra dada por su padre a otro hombre al que la había prometido en matrimonio. Velando finalmente por el interés y felicidad de su hija y en defecto de su propio honor, el padre accede a autorizar su matrimonio con otro hombre al que ella ama. La segunda hija da una vuelta de tuerca más y en vez de cuestionar su decisión sobre su matrimonio, directamente la ignora pero no dejando de revestir a la opinión de su padre de cierta autoridad implorándole su bendición. No te pedimos tu consentimiento, te pedimos tu bendición, le dice.
Por último, la tercera hija aspira a casarse con un gentil. Tevye no puede permitir que se case contraviniendo lo que su religión y su fe le mandan. Ha podido ignorar sus mandatos pero en un ningún caso podrá contravenir algo que es más sagrado que él mismo. Sin embrago, su hija ama al cosaco. Su padre juzgando los pros y contras se encuentra con que la situación no está del todo desequilibrada, sin embrago, reflexiona: si me doblo más me partiré. Y el lechero de la humilde Anatevka se ve forzado a repudiar a su hija.
En un período en que la realidad social sufre grandes agitaciones y cambios un buen hombre se ve atrapado entre lo que su tradición le manda y lo que sus hijas, su familia y la realidad demandan. Conseguir el equilibrio entre tantos elementos no es tarea fácil y sus hijas van forzando la voluntad de su padre y poniendo a prueba su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias.
La primera hija pone en entredicho el compromiso y la palabra dada por su padre a otro hombre al que la había prometido en matrimonio. Velando finalmente por el interés y felicidad de su hija y en defecto de su propio honor, el padre accede a autorizar su matrimonio con otro hombre al que ella ama. La segunda hija da una vuelta de tuerca más y en vez de cuestionar su decisión sobre su matrimonio, directamente la ignora pero no dejando de revestir a la opinión de su padre de cierta autoridad implorándole su bendición. No te pedimos tu consentimiento, te pedimos tu bendición, le dice.
Por último, la tercera hija aspira a casarse con un gentil. Tevye no puede permitir que se case contraviniendo lo que su religión y su fe le mandan. Ha podido ignorar sus mandatos pero en un ningún caso podrá contravenir algo que es más sagrado que él mismo. Sin embrago, su hija ama al cosaco. Su padre juzgando los pros y contras se encuentra con que la situación no está del todo desequilibrada, sin embrago, reflexiona: si me doblo más me partiré. Y el lechero de la humilde Anatevka se ve forzado a repudiar a su hija.
Saint-Exupéry
Mais n'espère rien de l'homme s'il travaille pour sa propre vie et non pour son éternité.
21 nov 2007
Lorimer
You've got to get up every morning with determination if you're going to go to bed with satisfaction.
Del que fuera director del Saturday Evening Post George Horace Lorimer.
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